¿Cómo se lleva a cabo un examen ocular en el niño?

 En los niños más pequeños, una evaluación de la visión por lo general consiste en un examen del reflejo del fondo del ojo (encaminado sobre todo a descartar una posible catarata congénita y el retinoblastoma), mirar la alineación de los ojos (los ojos desviados pueden indicar estrabismo) y los movimientos oculares, observando como el niño busca y sigue determinados objetos en movimiento.

A partir de los 3 años, el niño ya suele colaborar en los test de visión para medir la agudeza visual.

Se puede obtener mucha información sobre el estado de salud visual de un niño a través de un examen ocular, incluso cuando el niño es demasiado pequeño para colaborar en los test de lectura u otros test de visión. Todos los exámenes de la vista incluyen una evaluación de la función visual, y una inspección de los ojos con una luz o un microscopio de mano (oftalmoscopio). Es muy habitual que para conseguir un buen examen ocular sea necesario realizar una exploración con las pupilas dilatadas. Al igual que con un examen de la vista para adultos, las gotas de dilatación requieren unos 30 minutos para hacer efecto, producen visión borrosa en un grado leve durante varias horas, y las pupilas pueden verse dilatadas a veces durante el resto del día.

También es importante realizar la prueba del reflejo luminoso corneal. En ella, una luz se dirige hacia el puente de la nariz y se examina el reflejo de la luz en la córnea, para asegurarse de que es simétrico o brilla en el mismo lugar en ambos ojos. Si no es así, podría indicar la presencia de una desviación de los ojos o estrabismo.

 Se puede utilizar la prueba de oclusión unilateral para determinar si un niño pequeño sigue un objeto mientras uno de los ojos está cubierto. Si el niño se pone muy inquieto, o se niega a seguir el objeto cuando se cubre uno de los ojos, podría indicar que la visión en el ojo descubierto está reducida.

Otro test interesante para obtener una valoración aproximada de la capacidad de visión de los niños más pequeños, es el test de preferencia visual. Está basado en la preferencia del niño en mirar un patrón rayado frente a uno liso igualmente iluminado. Consiste en la presentación de una imagen de rayas negras sobre un fondo gris claro con el objetivo de llamar la atención del niño sobre ella. Se inicia con el panel que tiene la figura más grande o de baja visión y de forma decreciente se van cambiando por otros con una frecuencia mayor de rayas, pero más finas, hasta que el niño deje de prestar atención hacia la dirección de la imagen. Este test puede ser útil en niños menores de 2 años.

En los niños mayores, la prueba de oclusión unilateral o cover test es también útil para comprobar si hay estrabismo. Consiste en cubrir uno de los ojos mientras el niño está mirando a un objeto distante. Si el otro ojo no cubierto se mueve hacia afuera o hacia adentro, entonces podría indicar que sus ojos no están alineados y que tiene estrabismo. El ensayo se repite a continuación, cubriendo el otro ojo.

Para la valoración de la agudeza visual en niños que empiezan a colaborar puede utilizarse el test de Pigassou, que consiste en la presentación de figuras fácilmente reconocibles por el niño.

Otra prueba que se utiliza comúnmente para niños de 3-5 años es el test de visión con la letra E en diferentes orientaciones (arriba, abajo, derecha e izquierda) y tamaños, que el niño debe acertar. A veces para preparar al niño para esta prueba y que la entienda y se familiarice con ella, es conveniente practicar previamente en la consulta o en casa.

Para los niños que pueden reconocer algunas letras puede utilizarse el sistema HOTV, en la que las letras H, O, T y V se muestran en diferentes tamaños en un gráfico. Al niño se le pide que identifique la letra mostrada a unos metros de distancia con una de las cuatro letras que tiene cerca de él.

 Para los niños más grandes puede usarse el test de Snellen que se utiliza para los adultos. En general, la tabla de Snellen es el test más preciso y se debe utilizar siempre que sea posible. 

Después de realizado el test de visión se valoran los resultados teniendo en cuenta la edad del niño. Los niños en edad preescolar no necesariamente necesitan tener visión 20/20 (o de 1) para pasar la prueba.

 No obstante, además de la edad, también es importante considerar otros factores en la valoración de la agudeza visual. Una diferencia importante de visión entre los dos ojos, aunque el ojo que peor vea se encuentre dentro de los valores normales para su edad, podría indicar una pérdida grave de la visión.

También es aconsejable que sean vistos por el oftalmólogo pediatra los niños que no colaboran en las pruebas de visión durante varios intentos en el examen realizado en la consulta del pediatra.

Otros exámenes importantes que completan la exploración oftalmológica en la edad pediátrica son:

Los test de visión estereoscópica para estudiar la capacidad de visión en relieve o tridimensional cuando están funcionando los dos ojos.

Los test de visión cromática o de percepción de los colores

El examen ocular con lámpara de hendidura. Este instrumento es un microscopio que se utiliza en la exploración ocular de todos los adultos. En los niños su uso depende de la colaboración y suele ser posible realizarla a partir de los tres años, aunque no es excepcional que niños de 18 meses o menores puedan colaborar permitiendo una aceptable exploración.

El examen del fondo de ojo con el oftalmoscopio indirecto, que permite el estudio de la retina y la papila del nervio óptico.

La remisión a un oftalmólogo pediátrico es también una buena idea para los niños que desvían los ojos (estrabismo) después de los seis meses de edad, los niños que tienen limitada la motilidad ocular, o si tienen el párpado superior caído (ptosis). Los niños también deben ser examinados por un oftalmólogo si tienen un alto riesgo de tener problemas visuales, como es el caso de la existencia de  antecedentes familiares de enfermedades o de otros trastornos oculares infantiles, los niños prematuros, o los  que nacen con una infección congénita (toxoplasmosis, rubeola, varicela,..), síndrome de Down, niños con angiomas que afectan a los párpados o con síndrome de Sturge Weber, síndrome de Marfan, neurofibromatosis o diabetes.